O romance de um rapaz pobre
Chamava-se Pacífico,
Pacífico Ricaport,
de Santa Rita em Pampanga,
no centro de Luzón,
e ainda lhe restava
leve sotaque pampanguense
quando se impacientava
e nos momentos ternos,
precisamente ao recordar,
compadecido de si mesmo,
nos seus anos da capital,
sua infância camponesa,
nas noites de trabalho
— para cá do bem, do mal —
de tantos balcões de bares
da rua de Isaac Peral,
porque era pobre e tão sensível,
e bonito também, o que é pior,
sobretudo nestes países
sem industrialização,
e eram vagos seus recursos
tanto como as suas histórias,
e suas ditas e desditas
e suas chamadas telefónicas.
Quantas noites a suspirar
num local já tão vazio,
veio sentar-se junto a mim
e lhe ofereci um cigarrito.
Nessas horas miseráveis
em que nos fazem companhia
até as nódoas do nosso fato,
conversávamos da vida
e o pobre lamentava-se
do que faziam já com ele:
«Têm-me corrido a pontapés
de tantos quartos de hotel...»
Onde terás ido parar,
Pacífico, meu velho amigo,
hoje três anos mais velho?
Deves ter vinte e cinco.
La novela de un joven pobre
Se llamaba Pacífico,
Pacífico Ricaport,
de Santa Rita en Pampanga,
en el centro de Luzón,
y todavía le quedaba
un ligero acento pampangueño
cuando se impacientaba
y en los momentos tiernos,
precisamente al recordar,
compadecido de sí mismo,
desde sus años de capital
su infancia de campesino,
en las noches laborables
— más acá del bien y del mal —
de las barras de los bares
de la calle de Isaac Peral,
porque era pobre y muy sensible,
y guapo además, que es peor,
sobre todo en los países
sin industralización,
y eran vagos sus medios de vida
lo mismo que sus historias,
que sus dichas y desdichas
y sus llamadas telefónicas.
Cuántas noches suspirando
en el local ya vacío,
vino a sentarse a mi lado,
y le ofrecí un cigarrillo.
En esas horas miserables
en que nos hacen compañía
hasta las manchas de nuestro traje,
hablábamos de la vida
y el pobre se lamentaba
de lo que hacían con él:
«Me han echado a patadas
de tantos cuartos de hotel...»
Adónde habrás ido a parar,
Pacífico, viejo amigo,
tres años más viejo ya?
Debes tener veinticinco.
Se llamaba Pacífico,
Pacífico Ricaport,
de Santa Rita en Pampanga,
en el centro de Luzón,
y todavía le quedaba
un ligero acento pampangueño
cuando se impacientaba
y en los momentos tiernos,
precisamente al recordar,
compadecido de sí mismo,
desde sus años de capital
su infancia de campesino,
en las noches laborables
— más acá del bien y del mal —
de las barras de los bares
de la calle de Isaac Peral,
porque era pobre y muy sensible,
y guapo además, que es peor,
sobre todo en los países
sin industralización,
y eran vagos sus medios de vida
lo mismo que sus historias,
que sus dichas y desdichas
y sus llamadas telefónicas.
Cuántas noches suspirando
en el local ya vacío,
vino a sentarse a mi lado,
y le ofrecí un cigarrillo.
En esas horas miserables
en que nos hacen compañía
hasta las manchas de nuestro traje,
hablábamos de la vida
y el pobre se lamentaba
de lo que hacían con él:
«Me han echado a patadas
de tantos cuartos de hotel...»
Adónde habrás ido a parar,
Pacífico, viejo amigo,
tres años más viejo ya?
Debes tener veinticinco.
BIEDMA, Jaime Gil de. Antologia poética. Edição bilíngue. Trad. de José Bento. Lisboa: Cotovia, 2003.
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